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Y de hecho Epigonus, vestido solo hasta ser un filósofo, como apareció, después de un intento vano de oración, con sus costados surcados y el temor a la muerte acercándose, por una confesión vergonzosa de pensamientos, confirmó que había habido un cómplice, lo cual no había ninguno, ya que no había visto ni oído nada, completamente falto de experiencia en asuntos públicos; Eusebio, por otro lado, negando los cargos con más confianza, permaneció suspendido en el mismo nivel de firmeza, proclamando que era un robo, no un juicio.